El ferroviario tocó la gloria: Primer título oficial en su historia. Con un gol de Godoy logró además la clasificación a la Copa Libertadores 2025. Todo es alegría en Santiago!
Algunos se abrazan. Otros corren sin destino aparente y miran al cielo. Varios se derrumban en el campo de juego y derraman lágrimas de felicidad, de júbilo y también de incredulidad. Todos se suman al grito que baja con una fuerza irrefrenable desde la tribuna: “¡Sí, sí señores, yo soy del Ferro. Sí sí señores, de corazón, porque este año desde Santiago, desde Santiago, salió el nuevo campeón!”. El canto, desaforado, hace temblar el cemento de la cancha de Unión y también produce un terremoto a 615 kilómetros de Santa Fe, en Santiago del Estero. Es una descarga eléctrica. Se escucha bien fuerte porque es un estallido de gargantas hasta ahora vírgenes que se acoplan. Es un alarido que estuvo contenido por una vida entera. Y no es para menos: Central Córdoba acaba de construir el recuerdo más memorable de sus 105 años de historia. Si alguien pensaba que la Copa Argentina no tiene el rango de las grandes consagraciones, que se lo vaya a explicar a los jugadores e hinchas de este equipo. A los más de 8.000 que viajaron para ser testigos presenciales de la historia.
Fue un partido duro, como la vida misma del Ferroviario. Una batalla contra un rival con más credenciales. Una lucha ante un adversario que partía con el cartel de favorito porque cuenta con muchos recursos y porque este año había llegado a la final de la Copa de la Liga y también está puntero en la Liga a falta de una fecha para el desenlace. “El responsable este loco que llegó y nos hizo creer en nosotros mismos. Este loco es Omar De Felippe”, comentó Sebastián Valdez, el capitán del conjunto que levantó la Copa Argentina.
Y vaya si creyó Central Córdoba. Fue enorme Ingolotti, con tapadas a Carrizo y Pellegrini que nadie olvidará. Fue titánica la tarea de los zagueros, Rak y Valdez, para despejar casi todo lo que sobrevoló el área. Fue tremendo el despliegue de los volantes. Y en determinados momentos también afloró la cuota de fortuna que forma parte de la genética de todo campeón. Porque la suerte jugó para Godoy en la acción del gol, con responsabilidad de Marchiori que calculó mal. Porque el travesaño se puso la camiseta del Ferroviario tras un bombazo agónico de Valentín Gómez que pudo haber destrozado el anhelo.
La consagración del equipo santiagueño fue un merecido premio para un grupo de jugadores que se armó con el descarte de otros clubes o con futbolistas que conocen el barro de las canchas de distintas categorías del ascenso. Un premio a la personalidad no sólo para sentarse en la mesa a discutir con equipos que contaron con mayores presupuestos, sino también para ubicarse en la cabecera y defender con enjundia ese lugar del que supo hacerse dueño en esta competencia.
Sepultados en el olvido quedaron los aciagos recuerdos de aquellos tiempos en los que la calculadora ya se asumía como una extensión de la mano. Los promedios torturaban la cabeza. Impedían conciliar el sueño. Y la preocupación desvelaba a todos mientras se contaban las chirolas para ver si los números podían garantizar la permanencia en la categoría. No fue hace mucho. Pero este equipo, moldeado por un portentoso baqueano como De Felippe, se encargó de forjar el temple de un campeón. Para Central Córdoba, que en 2017 estaba lamentando el descenso al Federal A, que en apenas nueve meses volvió a la B Nacional y que en 2019 ascendió a Primera, la Copa Argentina es un sueño hecho realidad. Un anhelo que había estado cerca de concretarse en 2019, cuando llegó a la final en Mendoza y cayó de forma categórica por 3-0 con el River de Marcelo Gallardo.
La institución fundada en 1919, que ganó 47 títulos en la Liga Santiagueña, logró bordar al fin su primera estrella de las grandes. En el camino quedaron Quilmes (3-1), el campeón anterior, Estudiantes (2-1), Newell’s (0-0 y 3-2 por penales), Temperley (2-1), el duro Huracán de Frank Kudelka (2-1) y Vélez. Un Fortín al que se lo notó cansado física y mentalmente y que recién sobre el final pudo esbozar una reacción que no fue suficiente para inclinar la balanza. Un equipo desgastado por el peso de afrontar la doble competencia con un plantel corto. Y que ahora no tendrá ni tiempo para lamentarse, porque el domingo, cuando reciba a Huracán, se jugará la Liga y está latente el riesgo de quedarse con las manos vacías.
La gloria es del Ferroviario. Y en los próximos días, está claro, Santiago estará de fiesta. Por primera vez, nadie dormirá una siesta santiagueña. Porque este equipo hizo soñar a todos despiertos.
Comentá esta nota: